martes, 15 de octubre de 2013

1er capítulo La casa de Hades. Parte 2



LA CASA DE HADES
(Español)
Capítulo 1
Parte 2
"El Argo II se aleja nuevamente"

         "¡Dios de roca estúpido!" Leo gritó desde el timón. "¡Esa es la tercera vez que he tenido que sustituir ese mástil! ¿Crees que crecen en los árboles? "
         Nico frunció el ceño. "Los mástiles se hacen de los árboles."
         "Ese no es el punto!" Leo cogió uno de sus controles, manipulado desde una memoria Wii, y giró en un círculo. Unos metros más allá, una trampilla abierta en la cubierta. Un cañón de bronce celestial se levantó. Hazel sólo tuvo tiempo de taparse los oídos antes de que lanzara al cielo una docena de esferas de metal que arrastraban fuego verde. De las esferas salieron espigas en el aire, como las palas de helicóptero, y se precipitaron lejos en la niebla.
         Un momento después, una serie de explosiones crujió a través de la montaña, seguidas por los rugidos indignados del numina.
         "¡Ha!" gritó Leo.
         Desafortunadamente, Hazel supuso que, a juzgar por sus últimos dos encuentros, el nuevo arma de Leo sólo había fastidiado al dios.
         Otra piedra silbó en el aire fuera de su lado de estribor.
         Nico gritó: "¡Salgamos de aquí!"
         Leo murmuró algunos comentarios poco halagadores sobre numina, pero dio vuelta el timón. Los motores zumbaban. Apretó un botón del control de manipulación mágica, y el barco viró a babor. El Argo II se aceleró, retirándose al noroeste, lo que ya habían estado haciendo durante los últimos dos días.
         Hazel no se relajó hasta que estuvieron fuera de las montañas.
La niebla se despejó. Debajo de ellos, el sol de la mañana iluminaba la campiña italiana; verdes colinas y campos de oro no muy diferentes de las del norte de California. Hazel  casi podía imaginar que estaba navegando hacia el campamento Júpiter.
         La idea pesaba sobre su pecho. El Campamento Júpiter sólo había sido su hogar durante nueve meses, ya que Nico la había traído de vuelta de los infiernos. Pero lo echaba más de menos que a su ciudad natal de Nueva Orleans, y sin duda más que Alaska, donde había muerto en 1942.
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