jueves, 17 de octubre de 2013

3er capítulo La casa de Hades. Parte 2


LA CASA DE HADES
(Español)
Capítulo 3
Parte 2
"La mujer de la Niebla"

     No es niebla, Hazel se dio cuenta. Es ‘la Niebla.’
     Durante toda su vida, que había oído acerca de la Niebla, el velo sobrenatural que oculta el mundo mitológico de la vista de los mortales. Podía engañar a los seres humanos, incluso a los semidioses, hacer ver monstruos como animales inofensivos, o dioses como personas normales.
     Hazel nunca había pensado en ello como el humo real, pero cuando vio que se encrespaba alrededor de las piernas del Arion, flotando a través de los arcos rotos del patio en ruinas, se le erizaron los pelos de los brazos. De alguna manera ella sabía que esa cosa blanca era pura magia.
     A lo lejos, un perro aulló. Arion generalmente no tenía miedo de cualquier cosa, pero se encabritó, jadeando con nerviosismo.
     "Está bien." Hazle le acarició el cuello."Estamos en esto juntos. Voy a bajar, ¿de acuerdo? "
     Se bajó de la espalda de Arion, quien al instante se dio la vuelta y echó a correr.
     "¡Arion, espera!"
     Pero él ya había desaparecido el camino por donde había venido.
     Esto, en cuanto a estar en esto juntos.
     Otro aullido cortó el aire, esta vez más cerca.
     Hazel dio un paso hacia el centro del patio. La niebla se aferraba a ella como la de un congelador.
     "¿Hola?" Llamó.
     "Hola", respondió una voz.
     La pálida figura de una mujer apareció en la puerta norte. No, espera... se puso de pie en la entrada oriental. No, la occidental. Tres imágenes humeantes de la misma mujer se movieron al unísono hacia el centro de las ruinas. Su forma era borrosa, hecha de Niebla, y fueron seguida por dos volutas de humo más pequeñas, lanzando a los animales como de su talón. ¿Una especie de mascotas?
     Llegó al centro del patio y sus tres formas formaron una. Era una mujer joven en un vestido de la oscuridad, sin mangas. Su cabello rubio estaba recogido en una cola de caballo de ajuste alto.

    Estilo griego clásico. Su vestido era tan suave, que era como si la tela fuera tinta derramada fuera de sus hombros. Ella parecía tener más de veinte años, pero Hazel sabía que no significaba nada.

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