LA CASA DE HADES
(Español)
Capítulo 11
Parte 4
"Los enanos en la estatua"
Leo se preguntó si ese precio nunca se pagaría.
Percy y Annabeth se habían ido. La nave estaba a cientos de kilómetros de su
curso, en dirección a un reto imposible, los amigos de Leo contaban con él para
vencer a un gigante aterrador. Y ahora ni siquiera tenía su cinturón de
herramientas o su esfera de Arquímedes. Estaba tan absorto en sentir lástima
por sí mismo que no se dio cuenta de donde estaban hasta que Jason agarró el
brazo. “Mira esto.”
Leo miró hacia arriba, habían llegado en una
plaza pequeña, sobre ellos se cernía una gran estatua de bronce de Neptuno
desnudo.
“Ah, cielos. “ Leo apartó la vista. Él
realmente no necesitaba ver a un santo ingle tan temprano en la mañana.
El dios del mar se encontraba en una gran
columna de mármol en medio de una fuente que no funcionaba (lo que parecía un
poco irónico). A ambos lados de Neptuno, había dos angelitos de Cupido, que
parecían moverse. Al mismo tiempo, Neptuno (evitar la ingle) estaba tirando de
la cadera hacia un lado y se movió. Agarró su tridente holgadamente en su mano
derecha y estiró su mano izquierda como si estuviese bendiciendo a Leo.
“¿Algún tipo de idea?” Leo se preguntó.
Jason frunció el ceño. “Tal vez si, tal vez
no. Hay estatuas de los dioses por todos lados en Italia. Me sentiría mejor si
nos encontramos en Júpiter o Minerva, cualquiera menos Neptuno, de verdad.”
Leo subió a la fuente seca. Puso su mano sobre
el pedestal de la estatua, y una oleada de impresiones surgieron a través de
sus dedos. Sintió engranajes de bronce, palancas, resortes mágicos y pistones.
“Es mecánica” dijo. “¿Tal vez una puerta de
entrada a la guarida secreta de los enanos?
“¡Ooooo!” gritó una voz cercana. “¿Guarida
secreta?”
“¡Quiero una guarida secreta!” gritó otra voz
desde arriba.
Jason dio un paso atrás, con la espada preparada.
Leo casi se quedó bizco tratando de buscar en dos lugares a la vez. La enana de
pelaje rojo con el sombrero de vaquero estaba sentada a unos diez metros de
distancia de la mesa de un café cercano, bebiendo un café. El enano de pelaje marrón
con el hongo verde estaba encaramado en el pedestal de mármol a los pies de
Neptuno, justo por encima de la cabeza de Leo.
“Si tuviéramos una guarida secreta” dijo la
de piel roja, “'me gustaría que tuviera un poste de bomberos.”
“¡Y un tobogán de agua!” dijo el de pelaje
café, que estaba tirando herramientas al azar del cinturón de Leo, echando a un
lado llaves, martillos y armas de la grapa.
“¡No! “ Leo trató de agarrar los pies del
enano, pero no pudo llegar a la cima del pedestal.
“¿Demasiado corto?” dijo el de piel marrón
con simpatía.
“¿Estás diciéndome corto?” Leo miró alrededor buscando algo para
tirar, pero no había nada más que palomas, y dudaba que pudiera coger una. “Dame
mi cinturón, estúpido.”
“¡Vamos, vamos!” respondió el enano. “Ni
siquiera nos hemos presentado nosotros mismos, soy Akmon y mi hermana por allá.
“¡Soy la más guapa!” La enana roja levantó su
expreso. A juzgar por los ojos dilatados y su sonrisa maníaca, no necesitaba
más cafeína. “¡Passalos! ¡Cantante de canciones! ¡Bebedora de café! ¡Ladrona de
cosas brillantes!”
“¡Por favor!” gritó su hermano, Akmon. “Yo
robo mucho mejor que tú.”
Passalos resopló. “Robas siestas, tal vez”
sacó un cuchillo, el cuchillo de Piper y comenzó a limpiarse los dientes con él.
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